Para bien o para mal, el nombre de Jacques Derrida ha
pasado a la historia de la filosofía y las humanidades como sinónimo de
la “Deconstrucción”, si bien desde un ámbito estrictamente académico
actualmente se le está re-situando dentro de una categoría más amplia
denominada “Filosofía de la diferencia”, junto a la obra de otros
filósofos como Michel Foucault o Gilles Deleuze. De cualquiera manera,
la compleja obra de Jacques Derrida se caracteriza por una gran
proliferación de nuevos términos no exclusivamente conceptuales como por
ejemplo son los de “différance”, “huella”, “suplemento”, “subyectil”,
“párergon”, “espaciamiento”, “khora” o la misma “deconstrucción” que,
juntos, conforman una crítica múltiple a la historia de la metafísica y
la ontología occidental en tanto que “fonocéntrica”, “logocéntrica” o
“falocéntrica”.
Es desde este marco general de revisión de la
racionalidad y los conceptos propiamente filosóficos que Jacques Derrida
ejercerá su trabajo desde campos tan variados como la fenomenología
trascendental, la filosofía del lenguaje, la semiótica estructuralista,
la estética y las artes, el psicoanálisis, la teoría de género, la
filosofía política, la filosofía de la historia, la filosofía del
derecho y la teoría literaria. Ámbitos todos ellos en los que tratará de
mostrar cómo, paradójicamente, sus mismas “condiciones de posibilidad”
son y no pueden no ser, simultáneamente, sus “condiciones de
im-posibilidad”.