Propósito
Las siguientes
conferencias pronunciadas en México, bajo los generosos
auspicios de La Casa de España, que de tantas
maneras llenas de inteligencia y eficacia, hace posible la
continuación de nuestra vida intelectual lejos de
España, no son sino breves trozos de algo pensado, y
más que pensado, intuido, con mucha mayor amplitud. He de
confesar que, hasta julio de mil novecientos treinta y seis, en que
España se lanza a la hoguera en que todavía arde con
fuego recóndito, no me había hecho cuestión de
la trayectoria del pensamiento en España. Absorbida
enteramente en temas universales, resbalaba sobre mi
atención, eludiendo muchas veces la naciente
extrañeza que me producían las peculiaridades
extremas del pensar español, es decir, de la función
real y efectiva del pensamiento en la vida española. Son
abundantes los tópicos que circulan acerca de ella, pues la
situación de España en el concierto de la cultura, es
tan singular, que necesitaba de una explicación y no
obteniéndola, ha engendrado tópicos a granel. De
ellos nos hemos nutrido.
Pero, la
tremenda tragedia española ha puesto al aire, ha descubierto
las entrañas mismas de la vida. Esto por una parte, y por
otra, que en los trances decisivos, el amor surge absorbente,
intransigente. Y así, eso que se llama patria y que antes
los españoles, al menos, no nos atrevíamos a nombrar,
ha cobrado en su agonía todo su terrible, tiránico,
poder. Imposible liberarse de su imperio; imposible, porque tampoco
queremos librarnos, sino entregarnos, como todo amor ansía,
más y más. Y la mente va allí donde el amor la
lleva, y así, he de confesar que tengo ante mí una
larga cadena de temas hispánicos, de los cuales he
entresacado los de estas conferencias que pertenecen a una serie
titulada toda ella: Pensamiento y poesía en la vida
española.
Se tiende ante
mí inabarcable casi, al menos para mis alcances y mis
días. Pero, me daré por satisfecha si puedo, al
menos, entregar mi esfuerzo hacia algo tan inédito, tan
virgen en el terreno del conocimiento, y tan precioso para los
tiempos que han de venir. A veces, un temor me asalta: ¿es
que se irá a convertir España para los
españoles, en tema de «hispanismo»? ¿Es
que el afán de conocerla se originará de que no la
hemos sabido hacer? Todo es posible, pero mi actitud no es
ésa; muy al contrario, si siento tiránicamente la
necesidad de esclarecimiento de la realidad española, es
porque creo que continuará existiendo íntegramente en
espera de alcanzar, al fin, la forma que le sea adecuada; porque
espero que España puede ser, es ya, un germen, aunque en el
peor de los casos, este germen no fructifique dentro de sí
mismo. Porque al fin, la dispersión puede ser la manera como
se entregue al mundo la esencia de lo español.
En todo caso,
el conocimiento es una forma de amor y también una forma de
acción, la única quizá que podamos ejercitar
sin remordimiento en los días que corren; la única
cuya responsabilidad esté en proporción con nuestras
fuerzas. Desde este horizonte amplio, como dos brazos tendidos que
México nos abre, esperamos proseguir a fondo lo que estas
conferencias solamente anuncian.