Jean-Paul Sartre escribió Las palabras cuando frisaba los cincuenta
años. El libro constituye el relato inmisericorde de su infancia
caracterizada por una fenomenal devoción por los libros: "Empecé mi vida
como sin duda la acabaré: en medio de los libros. " Al tiempo que el
niño descubre que hay una vida que se esconde en esos objetos de
apariencia misteriosa y hace girar su actividad infantil en torno a
ellos, no deja de percibir también el hecho de que su familia, compuesta
por sus abuelas maternos y su madre viuda, organiza su existencia en
torno a él como se organiza una conspiración. Para escapar de esa
conspiración, él, el pequeo Sartre, turbado a veces por su corta
estatura, sólo piensa en ser grande, en estar en lo alto, en ocupar el
Parnaso, aupándose para ello en la literatura, en la palabras que lee y,
sobre todo, en las palabras que ya empieza a escribir, porque "las
palabras eran la quintaesencia de las cosas".
Rozando el delirio cómico, la obsesión infantil de Sartre deriva en la creencia casi quijotesca de que la letra escrita sostiene al mundo, el cual persiste gracias a alguien, un sacrificado autor, que lo escribe cada día en todos sus pormenores. No obstante, antes de acabar su relato el autor confiesa con humildad su desengaño.
Las palabras, obra determinante para que se le concediera a Sartre el Premio Nobel que él rechazó, resulta indispensable para conocer desde su mejor ángulo a uno de los pensadores más influyentes de todo el seiglo XX.